sábado, 16 de enero de 2016

Reino feudal wahabi de Arabia Saudita camino a su fin (15 Ene 2016)

Ejecución de 47 opositores, entre ellos el líder Jeque Al-Nimr, precipita el derrumbe de régimen saudita.
(15 Enero 2016)

 El papel de gendarme regional en Medio Oriente y norte de Africa tomado por la autocracia wahabi de los Al Saud ha sido usado en las últimas décadas en todos los países de la región que hayan sido señalados por la potencia hegemónica norteamericana. En los años 70 y 80 en Afganistan amamantando a los mujaidines y creando Al Qaeda; en los 80 y 90 en Líbano apoyando al sionismo israelí contra la secularidad siria; en las guerras contra Irak; en la destrucción de Libia; en la intervención terrorista takfiri contra Irak y Siria; en la intervención represiva contra el pueblo de Baherin; en la guerra genocida contra Yemen. Hoy en sus últimas acciones va de derrota en derrota en todos los frentes.

 El régimen interno de siglos de atrazo, defendido y ocultado por la prensa y propaganda occidental, basado en la intimidación para la sumisión servil y esclava de la población que no tiene ningún derecho social de la civilización actual, se mantiene unicamente con un alto costo presupuestal de comprar voluntades y control represivo autocrático que como veremos ahora ya no surten ningún efecto y las protestas y manifestaciones se van generalizando en todo el reyno.

 Los gastos dilapidarios consuetudinarios en la economía del reyno con la caída del precio del petroleo y la crisis económica terminal del imperialismo se han acelerado en la nueva corte -cargada de mayor corrupción- del rey Salman y su hijo que precipitan la llegada de su fin.
"El drama de La Meca, la prolongación de la guerra contra Yemen, la disminución de las reservas en divisas, estos y otros problemas siguen acumulándose sobre las espaldas del rey Salman de Arabia Saudita, cuya autoridad se ve por consiguiente cada vez más cuestionada. Pero, además de la guerra abierta por el poder, el reino saudita acaba de dar un paso que tendrá graves consecuencias, tanto en el plano interno como en el ámbito regional. ... En efecto, el rey Salman acaba de hacer ejecutar a 47 opositores, acusados de haber cometido supuestos crímenes terroristas. Sin embargo, el único crimen de muchos de los ejecutados era el de ser chiitas en un reino wahabita y oponerse a la política oficial de opresión aplicada contra esa parte de la población desde hace muchos años, incluyendo las presiones de carácter económico." (voltairenet: "El régimen de los Saud se tambalea después de ejecutar al jeque al-Nimr" RED VOLTAIRE | PARIS (FRANCIA) | 4 DE ENERO DE 2016 por André Chamy)
 Ahora la guerra genocida en Yemen se revierte y entra en territorio saudí. La población protesta en las calles y no teme a la pena de muerte. El aumento de tarifas públicas de los servicios principales para cubrir los gastos de la corte exacerba aún más los ánimos.

"La decapitación del jeque al-Nimr ha resultado el capricho que desborda la copa. La caída se ha vuelto inevitable en Arabia Saudita porque quienes allí viven carecen ahora de toda esperanza. Como resultado, el país enfrentará una mezcla de revueltas tribales y de revoluciones sociales que resultará mucho más mortífera que los conflictos que hasta ahora han sacudido el Medio Oriente." (voltairenet: "Arabia Saudita… hacia el derrumbe" RED VOLTAIRE | DAMASCO (SIRIA) | 11 DE ENERO DE 2016 por Thierry Meyssan)
 Hay coincidencia en los análisis políticos sobre el desenlace.

 A continuación los dos artículos mencionados de análisis de la situación en el reyno wahabi publicados por voltairenet.


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voltairenet
El régimen de los Saud se tambalea después de ejecutar al jeque al-Nimr
RED VOLTAIRE | PARIS (FRANCIA) | 4 DE ENERO DE 2016 
por André Chamy

La monarquía saudita es hoy una dictadura anacrónica, propietaria de Arabia Saudita, como en tiempos en que el Congo era considerado propiedad personal de rey de los belgas, Leopoldo II. Por supuesto, el régimen saudita sabe que está en peligro y trata de preservar su poder recurriendo al terror. Pero la ejecución del jeque chiita al-Nimr puede tener el efecto contrario. Y ya Irán está dispuesto a respaldar una rebelión chiita en el reino wahabita.

 

El jeque Nimr Baqr al-Nimr, conocido opositor a la petrodictadura saudita,
 fue ejecutado el 2 de enero de 2016 por «sedición, llamado al derrocamiento
del Estado y desobediencia al imam del reino y a su gobernador».

El drama de La Meca, la prolongación de la guerra contra Yemen, la disminución de las reservas en divisas, estos y otros problemas siguen acumulándose sobre las espaldas del rey Salman de Arabia Saudita, cuya autoridad se ve por consiguiente cada vez más cuestionada. Pero, además de la guerra abierta por el poder, el reino saudita acaba de dar un paso que tendrá graves consecuencias, tanto en el plano interno como en el ámbito regional.

En efecto, el rey Salman acaba de hacer ejecutar a 47 opositores, acusados de haber cometido supuestos crímenes terroristas. Sin embargo, el único crimen de muchos de los ejecutados era el de ser chiitas en un reino wahabita y oponerse a la política oficial de opresión aplicada contra esa parte de la población desde hace muchos años, incluyendo las presiones de carácter económico.

El jeque al-Nimr era un conocido religioso vinculado a varias universidades y denunciaba la corrupción característica del régimen saudita a todos los niveles del poder. Predicaba la creación de una oposición constructiva y «reflexiva» que pudiera expresarse libremente sobre las dificultades y defectos del régimen. Sin embargo, a pesar de sus fuertes críticas, nunca llamó al derrocamiento del régimen saudita.

El jeque al-Nimr denunciaba la opresión y la confiscación por un clan de los medios y riquezas del país, medios y riquezas que los miembros de ese clan dilapidan sólo en función de la satisfacción de sus propios placeres y en la realización de proyectos descabellados, poniendo con ello en peligro la vida entre las diferentes comunidades. También reprochaba al régimen saudita su total desinterés, así como su actitud –en su opinión inaceptable– hacia Ahl El Beit (los descendientes del profeta Mahoma), que llega incluso al extremo de destruir sus tumbas.

Las autoridades sauditas habían arrestado a al-Nimr en varias ocasiones, creyendo que lograrían obligarlo a inclinarse ante ellas, resultado que nunca alcanzaron. La última vez que lo hicieron fue en ocasión de las manifestaciones de Al-Qatif (en el este de Arabia Saudita), durante la llamada «primavera árabe» y montaron después un expediente donde lo acusaban ¡por actos terroristas!

Aquel arresto resulta particularmente absurdo cuando tenemos en cuenta que tuvo lugar precisamente en momentos en que la propia Arabia Saudita participaba en una campaña política y militar tendiente a desestabilizar la República Árabe Siria, pretextando nada más y nada menos que una supuesta falta de democracia en este último país.

La ejecución sumaria de al-Nimr fue dada a conocer en un comunicado del ministerio saudita del Interior, donde se recordaba «la decisión de la Corte Suprema emitida el pasado 15 de octubre, donde se citan como razones principales la sedición, el llamado al derrocamiento del Estado y la desobediencia al imam del reino y a su gobernador».

La corte saudita había calificado entonces al jeque al-Nimr como un «mal que sólo puede ser arrancado de raíz mediante la muerte». Desde el momento mismo en que se pronunció el veredicto hubo numerosas declaraciones de denuncia contra las condiciones en que se tomó la decisión de condenarlo a muerte, así como insistentes advertencias dirigidas al régimen saudita sobre las consecuencias que tendría su ejecución.

El reino saudita nunca ha tolerado la crítica

Ya a principios de los años 1980, Khaled Al-Nuzha, un ingeniero de la industria del petróleo, había reclamado una distribución justa de las riquezas en Arabia Saudita, lo cual le valió morir bajo la tortura. Por su parte, el novelista Abderrahman Al-Munif, describía los daños que provocaba el petróleo en la política y las sociedades árabes, señalando que esa riqueza arcaica no duraría y que las ciudades acabarían desmoronándose como castillos de naipes o «ciudades de sal».

Más recientemente, el bloguero Raif Badaui, fundador del sitio web Free Saoudi Liberals, fue acusado de «cibercrimen de blasfemia» y condenado a 10 años de cárcel, 1 000 latigazos y 266 000 dólares de multa.

En cuanto al funcionamiento del reino, el nuevo rey modificó el orden de sucesión al nombrar a su hijo Mohammed ben Salman como vicepríncipe heredero, a pesar de su juventud y falta de experiencia.

Recientemente circuló en Arabia Saudita un texto cuyo autor se presenta como príncipe y nieto del fundador del reino, el rey Abdelaziz. Ese documento sugiere al rey Salman que abdique «y parece que el autor de ese llamado ha obtenido respaldo de sus pares. Ha dicho en voz alta lo que los sauditas normales sólo pueden pensar bajito si no quieren acabar en la cárcel y siendo condenados a recibir azotes», indica The Guardian [1].

El artículo subraya la ausencia casi total en Arabia Saudita de instancias de mediación política y de sociedad civil:
«Hasta una asociación caritativa necesitará esperar durante años para lograr registrarse. Una asociación que se ocupa de la diabetes tuvo que esperar 17 años antes de ser registrada. Sólo basta que médicos o contadores quieran reunirse para que el régimen se ponga nervioso.»
El autor del artículo de The Guardian, Brian Whitaker, estima que el carácter autocrático del régimen saudita constituye un problema fundamental. El monarca no tiene que consultar a nadie para tomar una decisión y el rey Salman toma decisiones desacertadas, «lo cual puede tener graves consecuencias para el futuro del país». Whitaker señala seguidamente que, para los sauditas, la única manera de resolver los problemas es gastando aparatosamente. Y agrega:
«Aunque los sauditas tienen los bolsillos bien llenos, eso no puede durar eternamente. El drama de La Meca fue un síntoma revelador: se gastaron sumas considerables en construcciones de prestigio y para hacer el peregrinaje teóricamente más seguro…»
Guerras absurdas en Yemen y Bahréin

El nuevo rey Salman, quien llegó al trono en enero de 2015, abandonó la prudencia que caracterizaba a los dirigentes sauditas, los cuales preferían actuar por debajo de la mesa y evitar el enfrentamiento directo con aquellos a quienes veían como enemigos. Siempre creyeron que podían comprarlo todo, ¡incluyendo la guerra y la paz! Actualmente, el rey Salman está dilapidando desatinadamente las reservas del reino, además de haber metido al país en una guerra imposible de ganar en Yemen.

Desde el 26 de marzo de 2015, una coalición militar encabezada por Arabia Saudita está bombardeando Yemen [2]. El reino de los Saud dice actuar a pedido del presidente yemenita Abd Rabbo Mansur Hadi, quien se refugió en Riad después de haber sido expulsado del país por una rebelión. El pretexto de Arabia Saudita es que los rebeldes huthis, blanco de los bombardeos, contarían con el respaldo de Irán, rival de Arabia Saudita en la región. Hasta ahora, los bombardeos aéreos sauditas no logran hacer retroceder significativamente a los rebeldes.

Desde el 19 de marzo de 2015, la violencia en Yemen y los bombardeos aéreos han dejado al menos 767 muertos y 2 900 heridos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), que además señala que el balance real es mucho más alto. Al menos 405 civiles han muerto en los bombardeos aéreos, según la ONU, y ya se cuentan en el país más de 120 000 personas desplazadas por la guerra, a las que hay que agregar las 300 000 personas que ya habían tenido que huir de sus hogares debido a la intensificación de los combates. Yemen sufre actualmente una grave carencia de víveres, de medicinas para los enfermos crónicos y de combustible.

El presidente Mansur Hadi salió de Yemen en marzo, luego de ser expulsado de la capital y, posteriormente, del gran puerto de Adén, en el sur del país. Las milicias huthis habían tomado el control de la capital desde septiembre de 2014. Dichas milicias tienen como aliado al ex presidente Ali Abdallah Saleh, quien dirigió el país hasta 2012 y abandonó el poder como resultado de un acuerdo concluido, también bajo la égida de los sauditas, en medio de la «primavera árabe».

La realidad es que los rebeldes huthis han conquistado la mayor parte de Yemen presentándose, con razón, como «el movimiento de los desheredados» e iniciando así una revolución.

Las injerencias externas nunca han cesado en Yemen. Hace muchos años que Arabia Saudita viene aplicando una política destinada a debilitar ese país vecino. Quien únicamente ha sacado provecho de esa injerencia ha sido el grupo terrorista conocido como AQPA (al-Qaeda en la Península Arábiga), con sede en Yemen, grupo que ha logrado imponerse como rama principal de la organización yihadista [3].

Los sauditas imponen esta guerra, destructora de vidas humanas y de infraestructuras, a un país ya desangrado. Pero, a pesar de los enormes medios desplegados, Arabia Saudita no logra avances en el terreno. Está sucediendo más bien todo lo contrario: las tropas del reino wahabita sufren diariamente reveses y están siendo atacadas en su propio suelo. Y los sauditas se ven obligados a recurrir al uso de mercenarios para enfrentar la resistencia yemenita. El fracaso ya parece total y no dispone actualmente de ningún respaldo.

Es importante recordar que la agresión saudita contra Yemen debía dar inicio a una coalición de los países sunnitas de la región –con la participación de Pakistán y Turquía. Pero esta coalición ha ido reduciéndose y ya cuenta solamente con la participación de algunos países del Golfo cuyas fuerzas están desgastándose [4].

La intervención directa de Arabia Saudita en Bahréin no ha resultado mucho más exitosa ya que la revuelta de la oposición mayoritaria no decae, a pesar de la maquinaria represiva implantada allí por los sauditas y sus aliados [5].

La guerra en Siria

Hace más de 4 años que se inició la guerra en Siria y nadie ignora que nunca habría tenido lugar sin la activa participación de Arabia Saudita, que no escatimó en medios para desatarla y mantenerla. Riad ha puesto todos los medios posibles a la disposición de todo el que estuviese dispuesto a luchar contra el presidente Bachar al-Assad.

Cantidades insospechadas de armas de la mejor calidad son compradas y entregadas indiscriminadamente a través de las fronteras de Siria con Jordania, con Turquía y, al principio de la guerra, con Líbano. Los medios de prensa que cuentan con financiamiento saudita también han sido puestos al servicio de la guerra contra Siria, sin olvidar a los mercenarios financiados a golpe de millones de dólares y sin escatimar en gastos [6]

Últimamente, al comprobar que las cosas no marchan en la dirección que esperaba –sobre todo desde la intervención en el terreno de todos los aliados de Siria (el Hezbollah, Irán y finalmente Rusia)–, el reino saudita está tratando de hacer fracasar las soluciones políticas, erigiéndose en organizador de la oposición que supuestamente debería participar en las negociaciones con el gobierno sirio.

Y, también últimamente, una cincuentena de religiosos sauditas han llamado a los países árabes y musulmanes a respaldar a los actores de la «yihad» en Siria contra el poder de Bachar al-Assad y sus aliados ruso e iraní.

El comunicado que la Unión Internacional de Ulemas Musulmanes publicó en internet el lunes 5 de octubre de 2015 es extremadamente claro: «Exhortamos a la Umma [la nación musulmana] a rechazar la intervención rusa en Siria aportando respaldo moral, político y militar a la revolución del pueblo sirio» [7].

El llamado porta las firmas de más de 50 religiosos sauditas, entre los que se encuentran varias figuras del movimiento islamista. Esos ulemas, no afiliados a las autoridades sauditas, comparan la intervención rusa con la entrada del ejército soviético en Afganistán, en 1976, hecho que califican de «invasión».

Este llamado, lanzado desde Doha –en Qatar– sirve de caja de resonancia a la posición saudita. Riad ya había denunciado el inicio, el 30 de septiembre de 2015, de la intervención de la aviación rusa en Siria en apoyo al gobierno de Bachar al-Assad. El llamado de los religiosos sauditas a la «guerra santa» coincide con el de la clase religiosa oficial de Arabia Saudita, que ya había calificado la guerra civil en Siria como «yihad».

Los ulemas islamistas se cuidan mucho de contradecir abiertamente la línea del reino wahabita. No llaman expresamente a los sauditas a luchar junto a «sus hermanos sirios» sino que piden apoyo militar para la oposición, ante la intervención rusa, que califican de «cruzada cristiana ortodoxa en tierra del islam».

El mismo día, unos 40 grupos de supuestos rebeldes sirios, como el Ejército Libre Sirio, respaldado por Occidente, llamaron a la formación de una alianza regional para luchar contra «la ocupación ruso-iraní de Siria».

Se trata del último estertor de la estrategia saudita.

A todos los fracasos anteriormente mencionados hay que agregar la mortal estampida de La Meca, que causó la muerte de 1 800 personas –el balance inicial de 717 muertos ha ido subiendo de forma incesante [8].

Varios dignatarios iraníes murieron en esa estampida. Y también en este caso las autoridades sauditas se negaron a hablar de ello, mientras circulaban rumores de que el incidente en realidad fue organizado, lo cual convirtió el asunto en un diferendo entre Estados [9]. Pero la moderación que han mostrado los dirigentes iraníes sobre este asunto no debe interpretarse como una muestra de debilidad.

La República Islámica de Irán se ha acostumbrado a no mezclar diferentes temas y contenciosos. Y los sauditas no deberían tomar a la ligera sus advertencias. Prueba de ello es el hecho que los iraníes se negaron a incluir temas como Siria y la propia posición de Teherán hacia Israel en las negociaciones sobre el programa nuclear de Irán.

Para sus seguidores, el jeque al-Nimr ha pasado a la categoría de mártir ya que pertenece a una corriente de pensamiento y de creencia que considera el martirio del imam Hussein como el ejemplo de la lucha del Bien contra el Mal. La ejecución de al-Nimr no tendrá otro efecto que recordar que el reino saudita aún tiene cuentas pendientes con los iraníes.

André Chamy

[1] “Saudi Arabia is worried – and not just about its king”, Brian Whitaker,The Guardian, 29 de septiembre de 2015.

[2] «Las fuerzas contrarrevolucionarias bombardean Yemen», Red Voltaire, 26 de marzo de 2015.

[3] «Comprendre les origines de la guerre au Yémen», Le Monde, 17 de abril de 2015. «Les guerres cachées du Yémen », Pierre Bernin, Le Monde diplomatique, octubre de 2009.

[4] «Exclusivo: Los planes secretos de Israel y Arabia Saudita», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 22 de junio de 2015. «¿Por qué Occidente guarda silencio sobre la guerra de Yemen?», por Martha Mundy, Counterpunch(Estados Unidos), Red Voltaire, 6 de octubre de 2015.

[5] «La contrarrevolución en Medio Oriente», por Thierry Meyssan,Komsomolskaya Pravda (Rusia), Red Voltaire, 15 de mayo de 2011. «L’incendie est hors contrôle», por Manlio Dinucci, Il Manifesto (Italia),Réseau Voltaire, 22 de septiembre de 2011.

[6] «Arabia Saudita apoya el terrorismo en Siria desde 2012», por Elie Hanna,Al-Akhbar (Líbano), Red Voltaire, 29 de junio de 2015.

[7] «Des religieux saoudiens appellent au jihad contre la Russie en Syrie», Eléonore Abou Ez, FranceTVinfo, 6 de octubre de 2015.

[8] «Bousculade à la Mecque: le bilan serait de 1 849 morts mais Riyad se mure dans le silence», Russia Today, 20 de octubre de 2015.

[9] «Confirmado: Arabia Saudita secuestró colaboradores del Guía de la Revolución iraní», Red Voltaire, 13 de noviembre de 2015.


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Arabia Saudita… hacia el derrumbe

RED VOLTAIRE | DAMASCO (SIRIA) | 11 DE ENERO DE 2016
por Thierry Meyssan

Mientras la casa de los Saud vive los últimos momentos de su dictadura, la decapitación del jefe de su oposición, Nimr al-Nimr, echa por tierra las esperanzas que la mitad de la población saudita aún podía albergar. Thierry Meyssan estima que la caída del reino es inevitable y que llegará acompañada de un periodo de violencia extrema.

  

El príncipe Mohammed ben Salman Al Saud, de 30 años, príncipe heredero suplente,
segundo Primer ministro suplente, ministro de Estado, ministro de Defensa, 
secretario general de la Corte Real y presidente del Consejo de Asuntos Económicos
y Desarrollo.


En un año, el nuevo rey de Arabia Saudita, Salman, hijo número 25 del fundador de la dinastía Saud, ha logrado consolidar su autoridad personal en detrimento de las demás ramas de la familia real, como el clan del príncipe Bandar ben Sultan y el del ex rey Abdallah. Pero no se sabe lo que Washington puede haber prometido a los perdedores para que no traten de recuperar el poder que han perdido. En todo caso, una serie de cartas anónimas publicadas en la prensa británica hacen pensar que estos miembros de la familia real saudita no han renunciado a sus ambiciones.

Después de haberse visto obligado por sus hermanos a nombrar al príncipe Mohamad ben Nayef como próximo heredero, el rey Salman rápidamente lo aisló y limitó sus competencias, favoreciendo con ello a su propio hijo, el príncipe Mohammed ben Salman, cuyo carácter impulsivo y brutal no ha podido ser compensado por el Consejo de Familia –que ya no se reúne. De hecho, el príncipe ben Salman y su padre el rey son quienes están gobernando el reino, solos, como autócratas, sin ninguna forma de contrapoder en un país donde nunca se ha elegido un parlamento y los partidos políticos están prohibidos.

Así se ha podido ver al príncipe Mohammed ben Salman asumir la presidencia del Consejo de Asuntos Económicos y Desarrollo, imponer una nueva dirección al Ben Laden Group y apoderarse de Aramco [1]. En todos los casos, su objetivo ha sido marginar a sus primos y poner a sus propios hombres de confianza a la cabeza de las grandes empresas del reino.


 

El jeque al-Nimr describía de la siguiente manera la vida de la poblacion chiita 
de Arabia Saudita: «Desde el momento mismo en que usted nace, se ve rodeado 
por el miedo, la intimidación, la persecución y los abusos. Hemos nacido en una 
atmósfera de intimidación. Tenemos miedo hasta de las paredes. ¿Cuál de nosotros 
no está familiarizado con la intimidación y la injusticia a las que nos vemos sometidos 
en este país? Yo tengo 55 años, he vivido más de medio siglo. Desde que nací hasta 
hoy, nunca me he sentido seguro en este país. Uno siempre está acusado de algo. 
Siempre está bajo amenaza. El director de la Seguridad del Estado lo reconoció en mi 
presencia. Cuando me arrestaron me dijo: “A ustedes, los chiitas, habría que matarlos 
a todos.” Esa es la lógica de ellos.»


En el plano interno, el régimen saudita se apoya solamente en la mitad de la población sunnita o wahabita, mientras que discrimina a la otra mitad de la población. El príncipe Mohammed ben Salman aconsejó a su padre ordenar la decapitación del jeque Nimr Baqir al-Nimr porque este último había osado desafiarlo.

Dicho de otra manera, el Estado condenó a muerte y ejecutó al principal jefe de su oposición, cuyo único crimen era haber formulado y repetido la consigna: «El despotismo es ilegítimo.» El hecho que ese líder fuese un jeque chiita refuerza inevitablemente la impresión que tienen los no sunnitas de vivir bajo un apartheid, ya que se les prohíbe la educación religiosa y se les prohíbe el acceso a cualquier empleo en el sector público. En cuanto a los no musulmanes, que son un tercio de la población saudita, no están autorizados a ejercer su religion y ni siquiera tienen acceso a la nacionalidad saudita.

 

El líder de la Corriente del Futuro libanesa, Saad Hariri,
ostenta la doble nacionalidad líbano-saudita. Oficialmente,
 es hijo del ex primer ministro libanés Rafic Hariri.
Extraoficialmente, su padre es un príncipe de la familia
real de Arabia Saudita.


En el plano internacional, el príncipe Mohammed y su padre aplican una política basada en las tribus beduinas del reino. Sólo así se explican simultáneamente el financiamiento saudita a los talibanes afganos y a la Corriente del Futuro libanesa, la represión contra la revolución en Bahréin, el apoyo a los yihadistas en Siria y en Irak y la invasión de Yemen. Los Saud siempre apoyan grupos sunnitas, a los que consideran más cercanos al wahabismo que esa familia impone como religión estatal en Arabia Saudita. Pero los apoyan no sólo contra los chiitas duodecimanos sino, en primer lugar, en contra de los sunnitas ilustrados y también en contra de todas las demás religiones (ismaelitas, zaiditas, alevitas, alauitas, drusos, sijs, católicos, ortodoxos, sabateos, yazidíes, zoroastrianos, hindúes, etc.). Y lo más importante es que, en todos los casos, apoyan única y exclusivamente a los líderes provenientes de las grandes tribus sunnitas sauditas.

Es también importante señalar, de paso, que la ejecución del jeque al-Nimr tiene lugar inmediatamente después del anuncio de la creación de una amplia coalición antiterrorista de 34 Estados musulmanes alrededor de Riad. Cuando se sabe que el ejecutado, que siempre rechazó recurrir a la violencia, había sido condenado a muerte por «terrorismo», el mensaje que se desprende de su ejecución es que dicha coalición en realidad es una alianza sunnita contra las demás religiones.

El príncipe Mohammed decidió iniciar la guerra en Yemen, supuestamente para prestar ayuda al presidente Abd Rabbo Mansur Hadi –derrocado por una alianza entre los rebeldes huthis y el ejército del ex presidente Ali Abdallah Saleh– y en realidad para apoderarse de los yacimientos yemenitas de petróleo y explotarlos junto a Israel. Como era previsible, esa guerra no está dando los resultados que esperaba el príncipe y los rebeldes están incursionando en suelo saudita, donde el ejército del reino huye despavorido, incluso abandonando su armamento.

Arabia Saudita es, por consiguiente, el único país del mundo que es propiedad personal de un solo hombre, gobernado por ese autócrata y su hijo, que rechaza todo debate ideológico, no tolera ninguna forma de oposición y no acepta otra cosa que el vasallaje tribal. Estas características, por mucho tiempo consideradas residuos del pasado llamados a adaptarse al mundo moderno, se han enquistado al extremo de convertirse en la identidad misma de un reino anacrónico.

La caída de la casa Saud podría verse provocada por el desplome de los precios del petróleo. Incapaz de rediseñar su tren de vida, el reino se endeuda a toda velocidad y, según los analistas financieros, tendría que enfrentar la bancarrota de aquí a 2 años. La venta parcial de Aramco podría prolongar la agonía, pero tendrá como consecuencia una pérdida de autonomía.

La decapitación del jeque al-Nimr ha resultado el capricho que desborda la copa. La caída se ha vuelto inevitable en Arabia Saudita porque quienes allí viven carecen ahora de toda esperanza. Como resultado, el país enfrentará una mezcla de revueltas tribales y de revoluciones sociales que resultará mucho más mortífera que los conflictos que hasta ahora han sacudido el Medio Oriente.

Lejos de oponerse a este trágico fin, los protectores estadounidenses del reino lo esperan impacientes. Y si no dejan de celebrar la «sabiduría» del príncipe Mohammed, en realidad lo hacen para estimularlo a seguir cometiendo errores. Ya en septiembre de 2001, el Estado Mayor Conjunto estadounidense trabajaba en un mapa de rediseño del «Medio Oriente ampliado» que preveía el desmembramiento del reino en 5 Estados. Y en junio de 2002, durante una célebre reunión del Defense Policy Board, Washington estudiaba cómo deshacerse de los Saud, algo que ahora es sólo una cuestión de tiempo.


Elementos fundamentales:
Estados Unidos logró resolver el problema de la sucesión del rey Abdallah, pero ahora está empujando a Arabia Saudita a cometer errores. Estados Unidos tiene ahora como objetivo dividir el reino en 5 partes.
El wahabismo es la religión de Estado en Arabia Saudita, pero la familia Saud se apoya –tanto dentro del país como fuera de este– únicamente en las tribus sunnitas y practican un apartheid contra la población que practica otras religiones.
El rey Salman, de 80 años, deja el ejercicio del poder en manos de uno de sus hijos, el príncipe Mohammed, de 30 años. Este último se ha apoderado de las grandes empresas del país, inició la guerra en Yemen y acaba de obtener la ejecución del jefe de la oposición, el jeque al-Nimr.

Thierry Meyssan


[1] La Saudi Aramco es la empresa nacional a cargo de la comercialización del petróleo de Arabia Saudita. Nota de la Red Voltaire.

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 Obrero en Línea.

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