jueves, 16 de julio de 2015

Diplomacia del ping-pong (1971): Inicio del colapso de la Unión Soviética. (16 Julio 2015)

Relaciones China-USA en 1971, hecho histórico determinante en caida de camarilla socialfascista de la URSS (1991)
(16 Julio 2015)

 A poco más de terminada la IIGM y ya se vió que la confrontación de EE.UU. vs URSS era la más notoria de las contradicciones en la lucha de clases internacional: Imperialismo vs. Revolución Proletaria; tal y como en general lo había señalado certeramente V.I. Lenin en plena IGM. En este caso la contradicción principal casi coincidía con la contradicción más aguda. Por un lado el imperialismo norteamericano resultó el dominante en la lucha de los capitales monopólicos en occidente para la expoliación de la población mundial. Por otro lado la lucha de liberación en auge de los pueblos del mundo contra el fascismo internacional a partir del triunfo en la Batalla de Stalingrado era liderada por el pueblo soviético y representada por la URSS con J.Stalin a la cabeza. Incluso con el triunfo de la Revolución China y la proclamación de la R.P. China en 1949 eso no varió y más aún se reforzó como contradicción principal y más notoria en la lucha de clases en el mundo; la URSS era el bastión en defensa de los pueblos del mundo por su independencia y liberación.

 Pero ¿qué sucedió en la década de 1950, después de la muerte de J. Stalin, que modifico el carácter de esa relación que aparentemente continuó siendo la misma: USA vs URSS? Esta interrogante no la han querido plantear y mucho menos responder ni los reaccionarios anticomunistas pro-norteamericanos ni los estafadores revisionistas pro-soviéticos, traidores a la revolución mundial, confabulándose entre ellos para ocultar la Historia. Pero los revolucionarios en el mundo sí apreciaron la nueva situación que se dió a partir del momento de la usurpación del poder en la URSS por Jruschov en 1956 con el XX Congreso del PCUS.

 El golpe jruschodista del XX Congreso del PCUS no cambia la contradicción principal en el mundo señalada por Lenin que sigue siendo la que se dá entre el imperialismo, como fase ulterior del capitalismo, con la revolución proletaria mundial. El carácter socialfascista de la camarilla jruschovista, al tomar y usurpar vertical y jerárquicamente como tal el poder en la URSS, cambia el carácter de la Unión Soviética transformándola en una potencia socialimperialista con ambición de hegemonía mundial y por lo tanto en contradicción con la otra potencia imperialista por esta hegemonía, contradicción que pasa a ser la más aguda a nivel mundial. Ya antes, en la Conferencia de Bandung -Indonesia, 1955- a la que asistieron representaciones de 28 naciones recién independizadas de Asia y África, las representaciones de varios países asiáticos "observaron" la presencia de la representación soviética en su reunión, que para entonces ya se perfilaba en sus rasgos hegemónicos, definiendo así el carácter del futuro movimiento no alineado. La URSS deja de ser el abanderado y el bastión de la lucha revolucionaria de los pueblos del mundo por su liberación; y ese papel lo tiene que asumir la República Popular China. Este desarrollo real y objetivo de la situación mundial había creado, dentro de las contradicciónes y lucha de clases a nivel mundial, para fines de los 50, nuevos principales actores: URSS, USA y R.P. China. Los primeros como superpotencias en la lucha por la hegemonía mundial y la R.P. China como nuevo abanderado de la revolución mundial y de la lucha de los pueblos del mundo por su independencia y liberación.

 Así, para China, en los años 60, la presencia norteamericana en el Pacífico y el sudeste asiático, la situación en Corea y Taiwan con tropas norteamericanas y la guerra de Vietnam hacían evidente un peligro para la República Popular en el este y sudoeste de su territorio; por el norte los soviéticos habían concentrado tropas en la frontera; sin descartar otros peligros. Es decir una visión rápida de la situación de la R.P. China indicaba un gran riesgo para el nuevo bastión de la Revolución mundial.

 Por ello no es de extrañar que:
 "La creencia dominante en el PCCh entonces era que Estados Unidos y la Unión Soviética iban de la mano para dominar el mundo y que Estados Unidos había vuelto sus objetivos estratégicos hacia Asia y China."...
..., según se revela en uno de los documentos que traemos para este comentario.
 ¿Cuándo se percibe entonces en el P.C. de China que esta contradicción, entre las grandes potencias imperialista y socialimperialista vs. China, no era la mas aguda? El documento que traemos también dá esa información de las directivas y acciones de Mao y Chou:
 "En China, el preludio de la retoma de relaciones con EE.UU. estuvo marcado por la asignación de Mao de cuatro mariscales del ejército chino para estudiar y discutir los asuntos internacionales del momento a finales de la primavera de 1969."
  Y es allí que ...
"..., los cuatro mariscales echaron por tierra esta creencia, concluyendo que tanto EE.UU. como la URSS jugarían la carta de China en su lucha por el dominio de Europa y Oriente Medio."
 Y así fué; en Washington se comenzó a avanzar en esa jugada. El documento publicado por el Departamento de Estado norteamericano revela:
 "De hecho, dada su percepción del valor estratégico de las mejores relaciones con Pekín, Nixon y su asesor de seguridad nacional, Henry Kissinger, estaban preparados para recorrer más de la mitad del camino con el fin de llegar a un compromiso con Mao. Encontrar un socio en la lucha contra la Unión Soviética era mucho más importante."
 Asi pués, con este esclarecimiento al interior del P.C. de China y la disposición del gobierno de Nixon, se inicia el proceso diplomático de normalización de relaciones China-USA que tiene como primer capítulo "la diplomacia del ping-pong".

 Veinte años después se produciría el derrumbamiento de la URSS socialimperialista, eliminándose así el peligro principal que tenía el movimiento revolucionario mundial. También con esto último, en 1991, cambiaría la contradicción más aguda en la lucha de clases mundial. Hoy ésta coincide nuevamente con la contradicción principal de la época que vivimos y que señalara Lenin: La contradicción del imperialismo vs. la Revolución Proletaria Mundial, aquel representado por la camarilla imperialista norteamericana y ésta por la lucha revolucionaria de los pueblos del mundo por su independencia bajo la dirección del proletariado representado por la República Popular China y su dirección el Partido Comunista de China.

 Presentamos esos dos documentos de archivo; uno, de cuatro partes, editado por El Diario del Pueblo de China, organo oficial del P.C. de China; y el otro del Portal del Departamento de Estado de los Estados Unidos; ambos exponen sobre este tema y brindan información de hechos que para la fecha de su edición recien fueron desclasificados.


 Obrero en Línea.

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spanish.peopledaily
Kissinger en China: los secretos de la visita de Nixon en 1971 (1)
ARCHIVO
Editado 2011:06:27.


Zhang Yesui, embajador de China en EE.UU., habla con Henry Kissinger antes de la entrega de premios de la Asia Society en Washington, el pasado 15 de junio, donde el antiguo secretario de estado norteamericano recibió un reconocimiento por su carrera.


Kissinger llegó a Pekín el pasado viernes para una serie de encuentros públicos y privados como invitado del Instituto Popular de Relaciones Internacionales de China. El experimentado diplomático discutió con sus anfitriones sobre su último libro, ‘On China’ (Sobre China), que ha sido muy comentado entre los medios y lectores del país asiático.

En él, Kissinger intenta compartir su análisis histórico de cómo los chinos y los estadounidenses han manejado sus problemas y cómo “eso se ha traducido en la actual interacción” entre EE.UU. y China.

El libro proporciona una visión desde dentro sobre las relaciones entre China y EE.UU. durante los últimos 40 años, incluyendo sus encuentros con cuatro generaciones de líderes chinos, según indicó el embajador chino en Washington, Zhang Yesui, durante la entrega a Kissinger de un premio de la Asia Society en la capital estadounidense.

Durante su visita, el diplomático estadounidense y premio Nobel de la Paz revivirá muchos recuerdos de aquellas 48 horas en Pekín en julio de 1971, durante una misión secreta para romper el hielo de las relaciones entre China y EE.UU., junto con muchos de los protagonistas que contribuyeron a convertir aquella visita en un éxito que transformaría el mundo.

En su libro, Kissinger, por entonces consejero de seguridad nacional en la administración del presidente Richard Nixon y posteriormente secretario de Estado, recuenta y reanaliza los momentos históricos, con detalles de sus charlas con el entonces primer ministro chino, Zhou Enlai.

Numerosos documentos oficiales sobre aquellos días se han desclasificado recientemente, tanto por parte china como estadounidense. Pero muchas cuestiones siguen fuera de esos documentos oficiales y muchas preguntas quedan en el aire, en especial, sobre qué impacto tiene aquel momento hace 40 años para el futuro de las relaciones sinoestadounidenses.

Generando confianza para...

Quienquiera que recuerde los días que llevaron al viaje de Kissinger a Pekín, citará inexorablemente el artículo de Nixon “Asia después de Vietnam”, publicado en octubre de 1967 en la revista ‘Foreign Affairs’.

En aquel análisis de 15 páginas sobre la política de EE.UU. en Asia, Nixon citaba varias veces a Pekín o ‘la China Roja’ o ‘Comunista’ como un “peligro” o una “amenaza” para el futuro de Asia.

Sin embargo, entre la retórica antichina, había afirmaciones como esta: “Tomando una visión a largo plazo, no podemos permitirnos dejar a China para siempre fuera de la familia de naciones”. Esta frase llamó la atención de Mao Zedong y de los diplomáticos chinos.

En China, el preludio de la retoma de relaciones con EE.UU. estuvo marcado por la asignación de Mao de cuatro mariscales del ejército chino para estudiar y discutir los asuntos internacionales del momento a finales de la primavera de 1969.

Aquellos mariscales eran veteranos de guerra que ayudaron a fundar la República Popular: Chen Yi (1901-1972), Ye Jianying (1897-1986), Nie Rongzhen (1899-1992) y Xu Xiangqian (1901-1990). Todos fueron suspendidos de sus tareas de gobierno y militares tras oponerse al caos y las guerras internas desatadas por los ‘izquierdistas’ del gobierno en el primer año de la Revolución Cultural (1966-1976).

A principios de 1969, tras tomar posesión de su cargo como presidente, Nixon supeditó un cambio de la política hacia China a que “China cambie”. Mientras, las relaciones entre China y la Unión Soviética fueron empeorando. La URSS desplegó un millón de efectivos en la frontera con China y tropas de Moscú comenzaron enfrentamientos en la isla china de Zhenbao, cercana a la frontera, matando e hiriendo a soldados chinos.

Según Xiong Xianghui (1919-2005), veterano diplomático que fue testigo del proceso como asistente de Zhou Enlai, aquellos cuatro mariscales se mostraron en un principio escépticos sobre su nuevo encargo. Sin embargo, Zhou les explicó que Mao creía que cualquier análisis subjetivo (en este caso, de asuntos internacionales) debería ser acordado con realidad objetiva.

“A medida que la realidad cambia en el mundo, la comprensión subjetiva y las conclusiones (sobre asuntos internacionales) deben cambiar adecuadamente”, recordaba Xiong en un artículo publicado por primera vez en una revista de archivos de la historia del Partido en 1992.

Así, entre junio y septiembre de 1969, los cuatro mariscales mantuvieron 16 encuentros, un total de 48 horas, que dieron como fruto una serie de análisis sobre las vicisitudes del mundo y las “luchas” entre los tres principales actores internacionales –China, la Unión Soviética y Estados Unidos.

La creencia dominante en el PCCh entonces era que Estados Unidos y la Unión Soviética iban de la mano para dominar el mundo y que Estados Unidos había vuelto sus objetivos estratégicos hacia Asia y China. Pero según Xiong, los cuatro mariscales echaron por tierra esta creencia, concluyendo que tanto EE.UU. como la URSS jugarían la carta de China en su lucha por el dominio de Europa y Oriente Medio.

Ya que la URSS suponía una amenaza mayor para Pekín, Chen Yi (1954-1972), viceprimer ministro, así como ministro de Exteriores desde 1958, puso de manifiesto lo que consideraba unas “ideas poco convencionales”: que China podía jugar la carta de EE.UU. A fin de cuentas, Washington necesitaba la ayuda de China también para salir de la Guerra de Vietnam.

Chen propuso que los dos países fueran más allá de los canales establecidos mediante reuniones de embajadores en Varsovia para abrir los diálogos entre cancilleres de China y EE.UU. o incluso a un nivel más elevado aún, y discutir las cuestiones fundamentales que impedían la normalización de las relaciones bilaterales.

En su relato, Xiong mostraba la valentía y la sabiduría del cuarteto de mariscales, que tuvo que hacer frente a todo tipo de pronunciamientos políticos y mediáticos de los tres países y luchar contra el peligro de persecución política por parte de la izquierda radical en China.

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Kissinger en China: los secretos de la visita de Nixon en 1971 (2)

El viceprimer ministro chino Li Lanqing (dcha) juega al ping pong con Henry Kissinger antes de una cena en Diaoyutai, residencia de los huéspedes de Estado en Pekín, el 18 de marzo de 2001.


La diplomacia del ping pong

Aunque Nixon estaba interesado en utilizar canales secundarios, también envió mensajes a través de los medios de comunicación. El más explícito fue en la entrevista con la revista ‘Time’ publicada en octubre de 1970, en la que el presidente estadounidense decía que si él no podía ir a China, esperaba al menos que sus hijos sí pudieran.

El 10 de diciembre de 1970, Mao extendió una invitación directa a Nixon durante sus cinco horas de conversación con Edgar Snow, periodista estadounidense conocido por su libro ‘Estrella Roja sobre China’ y otros reportajes próximos a la República Popular.

Tal y como Snow escribió en ‘Una conversación con Mao Tsé-Tung’, publicada el 30 de abril de 1971 en la revista ‘Life’, Mao afirmaba que daba la bienvenida a los derechistas como Nixon para visitar China, ya que los problemas entre China y EE.UU. “deberían ser resueltos con Nixon”.

Algunos autores chinos sugieren que el artículo de Snow llegó un poco tarde y se vio eclipsado por las noticias más emocionantes sobre la visita a China del equipo de tenis mesa estadounidense. Sin embargo, John H. Holdridge, quien preparaba por entonces documentación secreta para Kissinger por su posible visita secreta a China, contaba en sus memorias ‘Cruzando la línea’ que leyó y releyó el artículo en la revista ‘Life’ sobre la sesión de Snow con Mao. “En cierta forma, el esperanzador relato de Snow se convertiría en nuestra hoja de ruta para el futuro”, contaba Holdridge.

A mediados de abril de 1971, el mundo contemplaba cómo se desplegaba el espectáculo de la diplomacia del ping-pong.

Según Xiong, fue Mao quien decidió invitar al equipo de tenis mesa estadounidense a visitar China, ya que el equipo estaba a punto de regresar a su país desde Nagoya, en Japón. “La decisión de Mao no sólo abrió la puerta de la amistad entre los pueblos chino y estadounidense, sino que también marcó un cambio estratégico en las relaciones internacionales”, escribió Xiong.

Y fue Zhou Enlai el encargado de atender todos los detalles de la visita del equipo.

Como resultado, se convirtió en una “obra de diplomacia inspirada y teatral con todos los atributos de la sofisticación, la sabiduría y el sentido de la planificación táctica y estratégica propios de Zhou”, escribió Holdridge en sus memorias, añadiendo que Zhou se encargó de que fuera “China y no Estados Unidos quien fuera visto como el iniciador de la mejora de las relaciones”.

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Kissinger en China: los secretos de la visita de Nixon en 1971 (3)


El primer ministro Zhou Enlai en su encuentro con Kissinger en julio de 1971, cuando éste era asesor de seguridad nacional de Nixon.


Detalles entre bambalinas

Existen muchas historias sobre cómo ambas partes exploraron nuevas vías en París, Islamabad y Bucarest, por ejemplo. Hojeando entre las más de 250 páginas de documentos desclasificados por la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU., uno puede percatarse claramente de cómo los mensajes eran transmitidos entre los líderes chinos y norteamericanos, no sólo a través de sus propios emisarios, sino también de los jefes de Estado de otros países, incluyendo el presidente pakistaní Yahya Khan o el rumano Nicolae Ceauşescu.

Khan entregó el mensaje de Nixon recibido durante las conversaciones en octubre de 1970 a Mao y a Zhou en noviembre, y devolvió un mensaje a la Casa Blanca posteriormente en el mismo mes, a través del embajador pakistaní en EE.UU. Como Kissinger recuerda en su libro ‘Los años en la Casa Blanca’, éste fue el primer mensaje de China que había llegado “de un Jefe, a través de un Jefe a un Jefe”.

Muchos de los relatos estaban sazonados con pequeños detalles de momentos luminosos, como cuando el general Vernon A. Walters, por enconces agregado militar de EE.UU. en Francia, fue asignado para ir “tan lejos como para echar la puerta abajo” con el fin de establecer contactos con el embajador de China Huang Zhen.

Diplomáticos chinos que participaron en las reuniones entre Kissinger y Zhou mencionaban los gruesos documentos que Kissinger llevaba consigo, en contraste con las palabras de memoria de Zhou. Dos agentes del servicio secreto estadounidense tenían que llevar lo que ellos llamaban “el libro” a todas partes, incluso durante la visita a la Ciudad Prohibida en la mañana del 10 de julio de 1971.

Zhang Ying era la esposa de Zhang Wenjin, encargado de las oficinas de Asuntos de Europa Occidental, América y Oceanía del Ministerio de Exteriores chino. Mientras su esposo lideraba el pequeño equipo de funcionarios chinos que acompañaba al equipo de Kissinger en su vuelo desde Rawalpindi, en Pakistán, hasta Pekín, ella cuidaba del alojamiento del equipo estadounidense y demás protocolo en Diaoyutai, la casa de huéspedes del Estado chino.

Zhang Ying rememoró cómo pusieron cigarrillos, té y dulces en sus habitaciones. “El primer día, ninguno tocó nada; pero el segundo día, descubrimos que había menos cigarrillos y dulces”, escribió en sus memorias. Los chinos repusieron los cigarrillos, el té y los dulces. “Cuando se fueron, no quedaba nada”, recordaba Zhang.

Años más tarde, Zhan se encontró con Bette Bao Lord, cuyo esposo, Winston Lord, viajó con Kissinger en la misión. Bao Lord le contó a Zhang cómo había repartido entre sus amigos los dulces que Lord había traído a su regreso de Pekín.

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Kissinger en China: los secretos de la visita de Nixon en 1971 (4)
 
Kissinger (delante a la izquierda) y Ji Pengfei (a su derecha), entonces viceministro de Exteriores, visitan la Gran Muralla en Pekín en octubre de 1971.


‘Nuevas necesidades’

En los cuarenta años siguientes, Kissinger ha vuelto a cruzar el Pacífico en más de 50 ocasiones. En el evento de la Asia Society afirmó que en su libro intenta explicar “por qué esa relación es tan crucial para la paz y el progreso en el mundo y cómo ambas partes (...) tienen que adaptar sus formas tradicionales de pensar, o su pensamiento histórico, a las nuevas necesidades”.

Kissinger sugiere que las relaciones entre China y EE.UU. deben evolucionar “desde la gestión de crisis hacia un sentido de comunidad” para lidiar con lo que él denomina “una situación internacional que no tiene precedentes en la historia”.

“Si no, cada asunto mundial se convertirá en una cuestión de potencias, y el peligro de que las cosas se salgan de quicio y la pérdida de posibilidades para unos esfuerzos creativos conjuntos sería una tragedia”, dijo.

Los chinos esperan que los lectores consideren los mensajes de Kissinger con atención. En su intervención introductoria durante el encuentro en la Asia Society, Zhang Yesui, embajador chino en EE.UU., subrayó una de las opiniones de Kissinger que “reproduce lo mismo que el antiguo filósofo chino Confucio, quien dijo: ‘Un caballero busca la armonía, no la uniformidad’.

“Es importante para China y para EE.UU. reconocer, comprender y respetar las diferencias y tratar cuidadosamente las relaciones bilaterales, lo cual es de una importancia creciente no sólo para ambos países, sino también para el mundo en general”, dijo Zhang.

“Tal y como él escribe en este libro, las relaciones entre China y Estados Unidos no necesitan ni deberían convertirse en un ‘juego de suma cero’”, remarcó el embajador chino. “Lo necesario es salir de la gestión de crisis hacia una definición de objetivos comunes”.


Pc: historia, diplomacia, relaciones internacionales, Mao Zedong, Henry Kissinger, Zhou Enlai, China – EEUU, Richard Nixon.(spanish.china.org.cn)
27/06/2011

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iipdigital.usembassy
Nixon en China: Un momento decisivo en la historia del mundo
ARCHIVO
Warren I. Cohen
23 septiembre 2008 



En 1972 el presidente Richard M. Nixon, pasea por un puente típicamente chino,
con el primer ministro chino y la Sra. Nixon. 

"Es una ventaja para otros países, y no una desventaja, cuando una nación se vuelve estable y próspera, es capaz de mantener la paz dentro de sus fronteras y es lo suficientemente fuerte para no provocar una agresión desde afuera. Esperamos de todo corazón el progreso de China y, hasta donde nos sea posible hacerlo con medios pacíficos y legítimos, haremos nuestra parte para promover ese progreso".

Palabras del presidente de Estados Unidos Theodore Roosevelt al representante chino Tong Shaoyi, en diciembre de 1908.

Warren I. Cohen es catedrático distinguido de Historia e investigador de temas presidenciales de la Universidad de Maryland, en el condado de Baltimore. Es también investigador principal del Programa sobre Asia del Centro Internacional Woodrow Wilson, en Washington. Es historiador en materia de relaciones exteriores estadounidenses y relaciones de Estados Unidos con Asia Oriental, así como de la historia de China y su región.


La victoria de los comunistas chinos en 1949, durante la guerra civil china, tuvo un fuerte impacto en Estados Unidos. En la primera mitad del siglo XX, los formuladores de política estadounidenses, desde el presidente Theodore Roosevelt en adelante, habían favorecido la aparición de una China fuerte y próspera. Supusieron que China tendría intenciones amistosas hacia Estados Unidos. El país había vivido un siglo en el que había realizado actividades provechosas en China, como el establecimiento de los colegios cristianos precursores del sistema educativo moderno de China, la financiación por la Fundación Rockefeller de programas de reconstrucción rural y el Colegio Médico Unión de Pekín, en el que fueron educados los principales doctores chinos. Muchos estadounidenses consideraban que su país había defendido la causa china contra los imperialistas japoneses y europeos, empezando por la serie de "Notas de puertas abiertas" que Washington envió a las grandes potencias al ser amenazada la supervivencia misma de China como nación en 1899 y 1900. Y, lo que era más evidente, Estados Unidos había encabezado la lucha para liberar a China de la agresión japonesa durante la Segunda Guerra Mundial.

La ruptura de las relaciones entre Estados Unidos y China

Pero la República Popular China, proclamada el 1 de octubre de 1949, no abrigaba intenciones amistosas hacia Estados Unidos y muy pocos chinos compartían la idea que los estadounidenses tenían acerca del papel histórico que habían desempeñado en ese país. El nuevo mandatario, Mao Zedong, desconfiaba de las intenciones estadounidenses y en junio de 1946 había ordenado una campaña contra Estados Unidos. Sus tropas acosaron a los estadounidenses que vivían en China. Un diplomático estadounidense fue agredido a golpes por la policía de Shanghai. El cónsul general estadounidense en Mukden fue sometido a arresto domiciliario durante un año. Lo peor de todo fue la intervención, en octubre de 1950, de tropas comunistas chinas en la Guerra de Corea contra las fuerzas de la ONU encabezadas por Estados Unidos, en un intento por repeler la invasión de Corea del Sur por Corea del Norte. Tras la muerte de decenas de miles de soldados chinos y estadounidenses en el campo de batalla, desapareció toda intención de establecer relaciones diplomáticas entre Pekín y Washington.

Durante los veinte años siguientes, Estados Unidos y China se considerarían adversarios. Si bien los caminos de sus diplomáticos se cruzaban de vez en cuando en conferencias internacionales y se entablaban conversaciones esporádicas a nivel de embajador, ninguno de los dos países expresó interés en llegar a un acuerdo. Estados Unidos siguió reconociendo a la República China de Chiang Kai-shek que fue derrotada en el territorio continental y que sobrevivió en la isla de Taiwán, como el gobierno legítimo de toda China. Mao y sus colegas insistieron en su denuncia del imperialismo estadounidense y se negaron a discutir cualquier tema que no fuera el fin de la ayuda estadounidense a Chiang y su protección de Taiwán.

En Estados Unidos, la hostilidad china combinada con el anticomunismo interno intensificado por la Guerra Fría y el cabildeo de los amigos estadounidenses de Chiang, impidió a aquellos encargados de formular políticas en las décadas de 1950 y 1960 intentar un acercamiento con Pekín. De hecho, Washington utilizó su influencia para mantener a China fuera de las Naciones Unidas, si bien el presidente Dwight Eisenhower sostuvo que era un error aislar a China.

Sin embargo, a mediados de los años sesenta, la conciencia de la ruptura sino-soviética y la menor intensidad del sentimiento anticomunista consecuencia de la desilusión con la guerra en Vietnam, hicieron que cambiara la opinión estadounidense sobre las relaciones con China. Importantes figuras intelectuales y del gobierno defendieron una política que, según insistían, era más realista: aceptar al régimen de Pekín como legítimo gobierno de China y encontrar maneras de trabajar con él. Hablaron de "contención sin aislamiento". Pero el gobierno del presidente Lyndon Johnson estaba demasiado implicado en Vietnam y los chinos estaban inmersos en la Gran Revolución Cultural Proletaria. No surgió ninguna relación nueva.

Disminuyen las tensiones 



El presidente Richard M. Nixon (centro) y la primera dama Pat Nixon, 
con un grupo de ciudadanos chinos en la Gran Muralla china. 


Richard Nixon, vicepresidente de Eisenhower y candidato presidencial cuya candidatura fracasó en 1960, fue un mandatario estadounidense cuyo anticomunismo y hostilidad hacia China eran de sobra conocidos. En 1968 fue elegido presidente de Estados Unidos y la posibilidad de que disminuyeran las tensiones con China parecía en ese entonces más lejana que nunca. Pero Nixon compartía la idea de los altos funcionarios del Departamento de Estado de que China quizás ayudaría a Estados Unidos a terminar la guerra en Vietnam y asistiría en los esfuerzos estadounidenses para contrarrestar el creciente poderío soviético. Reconoció que el cambio de ánimo de la población estadounidense, así como sus propias credenciales anticomunistas, le permitiría buscar un acomodo con China. La administración Nixon indicó lentamente, y con cautela, sin arriesgar la seguridad de Estados Unidos, su deseo de mejorar las relaciones con China.

Zhou Enlai, principal diplomático chino, se había consagrado a alcanzar el mismo objetivo, tal como lo demuestran su invitación a que el equipo estadounidense de ping pong visitara China y sus comunicaciones por medio del mandatario de Pakistán. Poco a poco, persuadió al escéptico Mao de que Estados Unidos ya no representaba una amenaza para China y que podría ser de utilidad en los esfuerzos de Pekín para resistir la presión soviética. El gran avance histórico se produjo en 1971.

En su discurso sobre el estado de la unión pronunciado ante el Congreso en febrero de 1971, Nixon habló acerca de la necesidad de establecer un diálogo con China. Pidió que el gobierno de Pekín tuviera un lugar en las Naciones Unidas -sin sacrificar la postura de China en lo relativo a Taiwán. Anteriormente, el reconocimiento estadounidense del régimen de Chiang y su respaldo del mismo habían sido obstáculos poderosos al acercamiento entre la China de Mao y Estados Unidos. Tanto Mao como Chiang insistían en que no podía haber más que una China y ninguno de los dos aceptaría los esfuerzos de Washington de que hubiera dos Chinas, una en el territorio continental y otra en Taiwán. Sin embargo, en 1971, Nixon y Mao estaban ansiosos de hacer uso el uno del otro y convinieron en una fórmula de acomodo de "una China, pero no ahora". De hecho, dada su percepción del valor estratégico de las mejores relaciones con Pekín, Nixon y su asesor de seguridad nacional, Henry Kissinger, estaban preparados para recorrer más de la mitad del camino con el fin de llegar a un compromiso con Mao. Encontrar un socio en la lucha contra la Unión Soviética era mucho más importante.

En julio de 1971, el mundo se enteró de que Kissinger había regresado de una misión secreta a China. Nixon anunció que él, en calidad de presidente de Estados Unidos, había aceptado una invitación para visitar China. En agosto y septiembre, Estados Unidos apoyó, por primera vez, el ingreso del representante de Pekín en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, al mismo tiempo que apoyó simbólicamente el esfuerzo de Taipei para obtener su propio ingreso. Una moción estadounidense de incluir a ambas delegaciones fracasó, socavada por la decisión de Kissinger de viajar en esas fechas a Pekín. Una moción albanesa en favor de sustituir al representante de Pekín por el de Taipei fue aprobada fácilmente. Fue una de las derrotas diplomáticas menos dolorosas que Estados Unidos jamás haya sufrido. Washington había dado un paso más hacia la política de una sola China.

Una visita presidencial

En febrero de 1972, Nixon viajó a China, donde disfrutó de una entrevista personal con Mao Zedong. Un atónito público mundial de televidentes vio a Nixon aplaudir calurosamente en un ballet chino repleto de propaganda comunista. Fue efectivamente un Nixon nuevo y una nueva relación con China.

En el comunicado conjunto sino-estadounidense emitido al final de la semana en que Nixon visitó China, era evidente que lo que unió a los dos lados fue la resistencia común a los soviéticos. Su declarada oposición a la "hegemonía" en Asia y en el Pacífico fue una alusión ligeramente velada de la reducida influencia moscovita en la región. Taiwán, sin embargo, seguía siendo el principal obstáculo a las relaciones diplomáticas normales, a la "normalización". Los estadounidenses reconocieron la reivindicación china de que Taiwán era parte de China, pero volvieron a declarar su interés en la resolución pacífica del problema. Nixon respondió a la petición china de retirar las tropas estadounidenses de Taiwán comprometiendo a Estados Unidos a su eventual retirada y prometiendo hacerlo paulatinamente, a medida que disminuyera la tensión en la región (Vietnam). Al mismo tiempo, Nixon y Kissinger procuraron aliviar el temor de Pekín de que el poderío estadounidense en la isla sería reemplazado por el de Japón. Nixon aseguró asimismo a los dirigentes chinos que Estados Unidos no apoyaría la independencia de Taiwán y prometió tomar las medidas que deseaban los chinos después de su esperada reelección en 1972.

Según un tratado de 1954, Estados Unidos se había obligado a defender a Taiwán. Las empresas estadounidenses tenían intereses de miles de millones de dólares en la isla. Los sondeos de opinión pública indicaron que los estadounidenses no estaban dispuestos a abandonar al pueblo de Taiwán, a sus amigos y aliados, a los comunistas. Sin embargo, la administración Nixon estaba dispuesta a derogar su tratado de defensa con Taiwán, especulando que la población de la isla estaría pronto en condiciones de defenderse por sus propios medios y que, a la larga, se encontraría una solución pacífica.

Normalización

En 1973, China y Estados Unidos abrieron en sus respectivas capitales "oficinas de enlace", es decir, embajadas en todos los sentidos excepto en el nombre. Sin embargo, la normalización se vio demorada por la crisis de Watergate que, en última instancia, obligó a Nixon a renunciar a la presidencia sumido en el escándalo. Sin embargo, sus sucesores estaban también comprometidos con la normalización de las relaciones con China, hecho que se logró finalmente a principios de 1979. El intercambio secreto de inteligencia militar en torno a los movimientos soviéticos, iniciado por Kissinger en 1971, nunca fue interrumpido.

La apertura de China por Nixon produjo un cambio de enorme importancia en el equilibrio de poder durante la Guerra Fría. La tácita alianza entre Estados Unidos y la República Popular China, dirigida contra el poderío en aparente expansión de la Unión Soviética, alivió las inquietudes chinas acerca de un posible ataque soviético y permitió a Estados Unidos concentrar su poder militar en Europa -mientras que los soviéticos siguieron haciendo frente a adversarios que actuaban juntos- en contra de Moscú. Fue un momento decisivo en la historia del mundo y contribuyó finalmente a la desintegración de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría. En 1979, el vicepresidente estadounidense Walter Mondale viajó a Pekín, donde repitió las palabras que había pronunciado Theodore Roosevelt en 1908, expresando nuevamente la convicción de que una China fuerte -y supuestamente amistosa- servía los intereses de Estados Unidos.

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